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JOSE MANUEL, EL HOMBRE QUE SE DESPIDIO EL DIA DE REYES.

junio 03, 2021

 

Volamos hasta las 11:00am del 6 de enero de 2019. Día de reyes.

Decidida. Abro los ojos. Sabía que quería ir a visitar a mi madre al hospital.

En aquel entonces trabajaba como auxiliar de enfermería en el hospital San Pedro de Logroño. Allí que fuimos.

Nada más llegar se me erizó todo el bello del cuerpo, pero aún no había conseguido descifrar para qué estaba allí.

Recuerdo abrazar a mi madre, saludar a su compañera y tomarme un café.

En ese momento una emoción que no pertenecía ni a mi cuerpo, ni mis circunstancias me embargó por completo. Estaba canalizando un estado emocional, es decir, el alma del que vamos a hablar hoy, estaba utilizando mi cuerpo para expresarse.

Por fin comenzaba a comprender para qué estaba allí. Verbalicé como por inercia y de manera muy segura que un hombre de la planta en la que estábamos necesitaba marcharse y algo se lo estaba impidiendo.

Ese era mi trabajo. Ayudar a que se apagara su cuerpo (físico) del todo.

Mi madre me miró a los ojos. Respiró y dijo: “Sé quién es”.

Ella entró en la habitación delante de mí.

Allí estaba José Manuel, nuestro protagonista; su esposa y Regina, una de sus hermanas.

Casualidades de la vida…  yo conocía a Regina y supe que iba a tener su permiso para trabajar con su hermano.

Amo mi trabajo porque es perfecto. Quiero decir; muchas veces tengo la sensación de que todo está milimétricamente medido y calculado. El alma que me pide ayuda sabe que voy a poder ayudarle.

Con esta reflexión que comparto con vosotros, aprovecho para responderos a una pregunta muy frecuente: “En el momento en que das los mensajes, ¿No tienes miedo de que se enfaden o se rían de ti?” La primera respuesta es un rotundo No. Porque como venía diciendo todo es perfecto. Se rigen por unas normas y unos tiempos que desconozco y en los que confío plenamente.

En segundo lugar, mi otra respuesta es otro rotundo NO. Y yo pregunto ahora; ¿Por qué  por regla general todo lo que tiene que ver con estos temas hace que nos posicionemos en una respuesta negativa? Ya sea de enfado o de burla. ¿Por qué no podemos ver la magia que hay en que un ser humano ayude a otro ser humano a morirse en paz?

Lanzo más preguntas: ¿Qué posibilidades había de que yo conociera a Regina? ¿Qué posibilidades había de que me dejaran pasar a una habitación de un enfermo terminal? Todas y ninguna. Se dio porque se tenía que dar.

Como decía; entré en la habitación. Me acerqué a José Manuel y le di la mano.

Abrí bien el corazón para escuchar qué era lo que estaba pasando. Qué era lo que le estaba reteniendo. En ese comencé a sentir una sensación de angustia insoportable. Pedí a su mujer que por favor saliera de la habitación. Era ella la que con su tristeza y desesperación le retenía.

Estaba destrozada de dolor y además había entrado en un estado de mucha ansiedad.

Una vez salió hablé con él. Me dio las gracias; habló de que su luna de miel había sido en la playa y en la montaña; de lo feliz que se había sentido en su viaje a cuba y de lo mucho que se había reído con su esposa.

En aquel momento comprendí que me estaba contando todo aquello para generarse luz para poder trascender. La intensidad con la que su mujer lloraba su muerte le generaban ciertas culpas que no le permitían elevar su alma.

Una vez se había bastado de todos los recuerdos que le hacían ensanchar su corazón me dijo que ya estaba preparado.

Cuando la mujer volvió a entrar a la habitación hablé con ella. Le dije que su marido necesitaba que aprobara su muerte y que simplemente le acompañara. Lloro, esta vez en silencio. Me dio las gracias y corrió para agarrar su mano.

Me fui.

Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando noté que se iba. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Como un chispazo. Lo sentí ligero.

A los cinco minutos mi madre me llamó emocionada para confirmar lo que mi cuerpo me había dicho.  José Manuel había trascendido.

Me agarré el pecho a la altura del corazón y me di las gracias. A mi cuerpo, a mi ser, a todos los que me habían ayudado a vivir semejante experiencia. Reí y lloré muy amablemente y al mismo tiempo.

Había aprendido todo de lo que somos capaces. Somos capaces de impedir que alguien trascienda y somos capaces de acompañar en el viaje.  Tomé consciencia de todo el poder que se estaba despertando en mí.

 Lo abracé, lo amé. ¡Me quedo con ello!

Todos, absolutamente todos somos capaces de acompañar. Todos guardamos dentro sabiduría y fuego, un fuego con un poder incalculable.

Feliz viaje José Manuel. Gracias por elegirme a mí para vivir semejante experiencia.

ESTAS SON LAS VELAS CON LAS QUE ME HUBIERA ENCANTADO DESPEDIR A JOSE MANUEL. 

GRACIAS A ESE DÍA SIEMPRE QUE HAGO ACOMPAÑAMIENTOS APORTO UNA VELA BLANCA Y UNA AMATISTA.

SOMOS LUZ.

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