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"El alma ve más allá que los ojos; asómate y mira."

Ana Brau

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    BUEN VIAJE BEGO:

    Esta mañana Alejandra me ha mandado un vídeo en el que aparecía su madre acostada en la cama de la residencia.

    Su madre, Bego, desarrolló alzhéimer a muy temprana edad.

    Esta semana Bego ha estado preparándose para morir.

    Cuando he visto el vídeo he tenido el sentimiento de que podía y debía ayudar a esta mujer a trascender.

    No quiero sonar pretenciosa pero ha sido así. Sentía que por la razón que fuera no estaba pudiendo marcharse y que hoy tenía que entrar a la residencia donde estaba  para escuchar qué era lo que quería comunicar a su hija.

    Cuando Alejandra ha conseguido un permiso para que yo pudiese entrar, de inmediato he llamado a Nuria. Nuria es la mujer que tiene la tienda de “Luz y velas”, lugar que si no conocéis, deseo que algún día lo hagáis.

    Quería preguntarle si esta tarde podría pasarme a coger una vela blanca y una piedra para ayudar a Bego en su tránsito.

    El reencuentro con Ale ha sido curioso. Hacía meses que no nos veíamos y en realidad, nos hemos visto tres veces contadas. Pero hay una complicidad muy bonita.

    Ha sido divertido. Gracias a un alma del que ya os he hablado, Jaime, he aprendido que tengo que hacer los acompañamientos vestida de blanco. Así iba, de nuevo como un copito de nieve. Al igual que yo,  Alejandra se había comprado esta misma tarde un jersey de color blanco.

    Nos hemos mirado cómplices y juntas hemos ido a la residencia.

    Al entrar he visto una imagen curiosa.

    En la cama estaba Bego, su cuerpo, consumiéndose poco a poco. Y a los pies de la cama estaba el alma, casi completa de Bego.

    Hemos encendido la vela blanca con la intención de darle la luz que necesitaba para trascender.

    Le he colocado la piedra que nos ha aconsejado Nuria, una amatista, para dulcificar el viaje. Le he cogido de la mano y he escuchado qué mensajes tenía.

    Sí, es cierto que tenía un par de mensajes potentes pero lo que más me ha impactado ha sido su sentido del humor.

    Satirizaba a cerca de lo poco que le gustaban las sábanas o la decoración de la habitación.  Expresaba que quería bailar rodeada de mucha gente.

    Ha sido precioso ver cómo madre e hija compartían el último aliento de ese cuerpo que parecía que de nuevo el de un bebé.

    Ale no paraba de darme las gracias y yo no paraba de darles las gracias a ellas. Lo que yo he vivido esta tarde ha sido un auténtico regalo.

    En un momento Bego me ha dicho que me fuera. Ya había sido suficiente.

    Me he despedido de ambas y con un sentimiento de mucho amor y también con un nudo en el pecho he salido de allí. Deseando que se marchara esta noche.

    Al llegar a casa me he vestido con un vestido precioso, largo hasta los pies. Me lo ha regalado Alejandra. Me he puesto a cantar una canción. En bucle. “Podrán quitarnos las canciones pero nunca la voz”.

    Mensaje de Alejandra: “Se ha ido”.  He agarrado mi pecho y me he puesto a cantar y a bailar, ¡feliz! He encendido una vela y les he deseado suerte a las dos.

     

    Siento que he escrito este texto a trompicones. Lo siento, ha sido menos meditado que otros. Estoy feliz esta noche. Gracias Ale por haber compartido este momento tan bello conmigo, por haber confiado tantísimo en mi y por ser tan tan valiente.

     Gracias Bego por haberme enseñado que una cosa es cómo se encuentre tu cuerpo y otra cosa es qué está sintiendo tu esencia, tu alma. Has sido una campeona y has luchado hasta el final.

    Me ha fascinado ver el cuerpo de esta guerrera. Estaba bellísima, aunque ella no paraba de decir que “había tenido momentos mejores”.

    Su piel era suave, sus venas confesaban lo muy viva que había estado y su pelo blanco hablaba de una mujer sabia. Las arrugas de los ojos eran paisajes que había visitado y su boca redondita y sin dientes era el pecho de su madre cuando nació, palabras, besos, ideas y canciones que un día cantó.

     

    Te dedicamos todos los bailes del mundo esta noche. Para ti.

    Feliz viaje preciosa.





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    Este inicio os sonará. Estoy estudiando, esta vez en otra habitación. Más  pequeña. Sobre una mesa de tablillas. Es una mesita de jardín y debajo de ella encajo las piernas hasta que dejo de sentir la cadera y tengo que levantarme para moverla. En uno de estos estiramientos alzo la vista y, por la ventana veo a mi madre hablar en el jardín con un hombre.

    Este hombre vestía con unos vaqueros  y una cazadora oscura. Todo él me pareció oscuro.

    Me esfuerzo por seguir mirándolo sin juzgarle pero me resulta difícil. A su vez siento que le acompaña un alma poco luminosa.

    El hombre al que estoy espiando entra en casa. Ya está en el salón. Con inercia y curiosidad, salgo a saludarle. Se trata de Gabi.

    Gabi es un músico fantástico a parte de un gran pintor. Con él me pasó algo curioso.

    Después de haberle saludado vuelvo a la mesa de tablillas. Pero ya es imposible volver a concentrarme. Mi corazón brinca y me dice que salga a decirle a Gabriel que le acompaña su padre y que con una sesión de cartas podría ayudarle.

    Mando callar a esta vocecita que aunque pura, podría parecer impertinente y vuelvo a poner la vista sobre el libro.

    No puedo, es imposible.

    Salgo y me prometo que voy a escuchar, que no voy a soltar ni una palabra.

    Imposible, tengo que decírselo. Empieza la magia.

    Le miro a los ojos y puedo sentir un mar de almas que le acompañan. Predomina el alma de su padre. Está con mucha falta de luz. Esa era la razón por la que aquel hombre me generaba rechazo. Sé que ambos necesitan luz. Escucho para ver en qué puedo ayudarles.  Ahora ya no juzgo. Solo escucho.

    Gabi habla de su padre. Es entonces cuando empiezo a conocer a Jaime. ¡Menudo hombre! Su padre murió con 52 años cuando Gabi estrenaba sus 24. En el corazón de Gabi había una mezcla de decepción y enfado por un padre que se había marchado sin haber guiado y aconsejado a su hijo; también hay vergüenza  por algunas decisiones y hábitos de autodestrucción que Gabi había escogido en su vida.

    Puedo percibir en él resentimiento y dolor. A medida que la conversación avanza agudizo mi escucha y sintonizo mejor con Jaime. Siento cómo mis ojos cambian su forma de mirar, ahora sé que son unos ojos compartidos. Le he prestado mis ojos a Jaime para que sea él quien mire y escuche las palabras angustiadas de su hijo. Este proceso se llama “canalización”. Es algo habitual en las sesiones y voy a mencionarlo a menudo.

    En ese momento mis labios, que también se los he prestado a Jaime, se mueven para decir: “Por favor, no le juzgues.”

    Esa pequeña frase toca una tecla. Estalla una melodía dentro de Gabriel.

    Acordamos volver a vernos para poder acabar la sesión. Le sentí liberado. Agradecido, muy agradecido. Me explicó que llevaba muchos años sintiendo a su padre cerca y deseando hablar con él.

     

    Cuatro días después.

    Es por la mañana. Apunto en mi libreta mensajes nuevos que Jaime quiere que le transmita a su hijo. Está especialmente contento y luminoso.

    Ha ganado luz porque siente que su hijo ya no le juzga. Porque le dimos un espacio en el que hablar, en el que poder contarnos cómo se sentía. Y hoy podremos acabar la faena.

    Voy a vestirme y me dice: “Noooooo, a dónde vas con esos vaqueros. Quiero que te vistas entera de blanco.” De mi boca se escapa una carcajada. ¿Perdón? No tengo ropa blanca, le contesto yo.

    “Claro que sí. Coge esto y esto y esto.”

    Ciertamente tenía ropa blanca, parecía copito de nieve. Y bajo las instrucciones del señor Jaime salí a la calle.

    Quedamos en la plaza del mercado. Me contó que fue un lugar importante para él.

    Gabi estaba guapísimo, no era el chico oscuro del otro día. Tenía una luz distinta.

    Me dijo que había trabajado mucho en no juzgarle. Le expliqué que ahora el trabajo estaba en no juzgarse así mismo. Que tenía todo el amor, apoyo y acompañamiento de su padre.

    Ha sido una sesión realmente preciosa.

    Al acabar me regaló un cuadro lleno de vida. Voy a dejaros la foto por aquí para que también vosotros lo podáis disfrutar.

    Le dije a Gabriel que tenía encendida su linterna. ¿Cómo es eso? Me preguntó con la mirada él.

    Le expliqué que en la vida hay quienes llevan una linterna en la mano, llena de luz, bien cargada. Esta linterna tiene una única manera de encenderse. Ser fiel a uno mismo. Ser un apasionado de su propia vida. Es decir, escuchar tu alma y dejarse guiar por ella. Sin juicios.

    La magia de esta linterna es que tiene la capacidad de despertar a otras linternas.

    De manera que, si intuyes que tienes una forma distinta de hacer las cosas y que  a ti te hace feliz, sigue haciéndolo porque quizás alumbres a alguien que esté buscando su propio camino.

    He decidido que no os voy a contar la lectura de cartas de Gabi, pero sí que le voy a preguntar si estaría dispuesto a pasarse por aquí y compartir con nosotros qué ha supuesto para él esta experiencia.

    ¡Seguro que accede!


    GITANO CIEGO. RETRATO POR GABRIEL. 2020, "Para Ana, gracias por tu luz."

    No es una foto profesional ni mucho menos, pero quiero enseñaros que lo que cuento es cierto. ¡Este es el outfit que el señor Jaime eligió para mi!

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