LA HISTORIA DE GABI.

marzo 03, 2021


Este inicio os sonará. Estoy estudiando, esta vez en otra habitación. Más  pequeña. Sobre una mesa de tablillas. Es una mesita de jardín y debajo de ella encajo las piernas hasta que dejo de sentir la cadera y tengo que levantarme para moverla. En uno de estos estiramientos alzo la vista y, por la ventana veo a mi madre hablar en el jardín con un hombre.

Este hombre vestía con unos vaqueros  y una cazadora oscura. Todo él me pareció oscuro.

Me esfuerzo por seguir mirándolo sin juzgarle pero me resulta difícil. A su vez siento que le acompaña un alma poco luminosa.

El hombre al que estoy espiando entra en casa. Ya está en el salón. Con inercia y curiosidad, salgo a saludarle. Se trata de Gabi.

Gabi es un músico fantástico a parte de un gran pintor. Con él me pasó algo curioso.

Después de haberle saludado vuelvo a la mesa de tablillas. Pero ya es imposible volver a concentrarme. Mi corazón brinca y me dice que salga a decirle a Gabriel que le acompaña su padre y que con una sesión de cartas podría ayudarle.

Mando callar a esta vocecita que aunque pura, podría parecer impertinente y vuelvo a poner la vista sobre el libro.

No puedo, es imposible.

Salgo y me prometo que voy a escuchar, que no voy a soltar ni una palabra.

Imposible, tengo que decírselo. Empieza la magia.

Le miro a los ojos y puedo sentir un mar de almas que le acompañan. Predomina el alma de su padre. Está con mucha falta de luz. Esa era la razón por la que aquel hombre me generaba rechazo. Sé que ambos necesitan luz. Escucho para ver en qué puedo ayudarles.  Ahora ya no juzgo. Solo escucho.

Gabi habla de su padre. Es entonces cuando empiezo a conocer a Jaime. ¡Menudo hombre! Su padre murió con 52 años cuando Gabi estrenaba sus 24. En el corazón de Gabi había una mezcla de decepción y enfado por un padre que se había marchado sin haber guiado y aconsejado a su hijo; también hay vergüenza  por algunas decisiones y hábitos de autodestrucción que Gabi había escogido en su vida.

Puedo percibir en él resentimiento y dolor. A medida que la conversación avanza agudizo mi escucha y sintonizo mejor con Jaime. Siento cómo mis ojos cambian su forma de mirar, ahora sé que son unos ojos compartidos. Le he prestado mis ojos a Jaime para que sea él quien mire y escuche las palabras angustiadas de su hijo. Este proceso se llama “canalización”. Es algo habitual en las sesiones y voy a mencionarlo a menudo.

En ese momento mis labios, que también se los he prestado a Jaime, se mueven para decir: “Por favor, no le juzgues.”

Esa pequeña frase toca una tecla. Estalla una melodía dentro de Gabriel.

Acordamos volver a vernos para poder acabar la sesión. Le sentí liberado. Agradecido, muy agradecido. Me explicó que llevaba muchos años sintiendo a su padre cerca y deseando hablar con él.

 

Cuatro días después.

Es por la mañana. Apunto en mi libreta mensajes nuevos que Jaime quiere que le transmita a su hijo. Está especialmente contento y luminoso.

Ha ganado luz porque siente que su hijo ya no le juzga. Porque le dimos un espacio en el que hablar, en el que poder contarnos cómo se sentía. Y hoy podremos acabar la faena.

Voy a vestirme y me dice: “Noooooo, a dónde vas con esos vaqueros. Quiero que te vistas entera de blanco.” De mi boca se escapa una carcajada. ¿Perdón? No tengo ropa blanca, le contesto yo.

“Claro que sí. Coge esto y esto y esto.”

Ciertamente tenía ropa blanca, parecía copito de nieve. Y bajo las instrucciones del señor Jaime salí a la calle.

Quedamos en la plaza del mercado. Me contó que fue un lugar importante para él.

Gabi estaba guapísimo, no era el chico oscuro del otro día. Tenía una luz distinta.

Me dijo que había trabajado mucho en no juzgarle. Le expliqué que ahora el trabajo estaba en no juzgarse así mismo. Que tenía todo el amor, apoyo y acompañamiento de su padre.

Ha sido una sesión realmente preciosa.

Al acabar me regaló un cuadro lleno de vida. Voy a dejaros la foto por aquí para que también vosotros lo podáis disfrutar.

Le dije a Gabriel que tenía encendida su linterna. ¿Cómo es eso? Me preguntó con la mirada él.

Le expliqué que en la vida hay quienes llevan una linterna en la mano, llena de luz, bien cargada. Esta linterna tiene una única manera de encenderse. Ser fiel a uno mismo. Ser un apasionado de su propia vida. Es decir, escuchar tu alma y dejarse guiar por ella. Sin juicios.

La magia de esta linterna es que tiene la capacidad de despertar a otras linternas.

De manera que, si intuyes que tienes una forma distinta de hacer las cosas y que  a ti te hace feliz, sigue haciéndolo porque quizás alumbres a alguien que esté buscando su propio camino.

He decidido que no os voy a contar la lectura de cartas de Gabi, pero sí que le voy a preguntar si estaría dispuesto a pasarse por aquí y compartir con nosotros qué ha supuesto para él esta experiencia.

¡Seguro que accede!


GITANO CIEGO. RETRATO POR GABRIEL. 2020, "Para Ana, gracias por tu luz."

No es una foto profesional ni mucho menos, pero quiero enseñaros que lo que cuento es cierto. ¡Este es el outfit que el señor Jaime eligió para mi!

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2 comentarios

  1. Hola, preciosa. Cómo decirte con palabras las emociones que aparecen cuando lees algo tan hermoso e increible. Con tu ayuda,con tu Don (se que no te gusta esta palabra,sin embargo,para mi es perfecta porque define algo maravilloso) abres una puerta de luz para las personas que nos encontramos estancados, perdidos,infelices e insatisfechos.Que inconscientemente buscamos un porqué. Contigo, gracias a ti, es como si despertaras y encontraras sentido a muchas cosas... esas cadenas invisibles que te impiden avanzar caen y sonries porque de pronto ves hacia donde quieres ir... Que Dios te bendiga, Ana y gracias por formar parte de mi vida.

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  2. Por cierto,te veo muy linda de blanco. Besines.

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