UNA TARDE EN SANTA LUCÍA

marzo 19, 2021

UNA TARDE EN SANTA LUCÍA.

Este relato podría titularlo como: “II parte de la sesión de María”, pero aparte de ser un título carente de cualquier atractivo, esta vivencia debe tener un espacio en una página totalmente en blanco.

Recuerdo que quedé con María por la mañana, con María sabes cuando empiezas pero no cuándo acabas, (María te dedico estas líneas con todo mi amor y un poquito de humor también).

Ahora el trabajo que teníamos que hacer era con su padre.

Su padre, el alma de su padre, aguardaba en un segundo plano. Estaba acobardado. Un tanto ensombrecido.

Aquella mañana viajamos en la furgoneta de color azul eléctrico de María, con su perra Chula; en dirección a Santa Lucía.

En aquel pueblo María tiene una casa preciosa. Está hecha un cisco y la reforma que necesita es proporcional a su gigantesco tamaño. Pero independientemente del estado de sus vigas, aquella casa tiene alma. Eso es lo que yo dije cuando viajé la primera vez a aquel lugar 4 años antes.

Sí, yo conocí a María gracias a mi madre. María además de ser una mujer muy especial es sanadora. Ella, entre otras cosas, hace sesiones de “craneosacral”.

Recuerdo que a mi madre le hizo una sesión de una de las habitaciones de Santa Lucía. Yo por aquel entonces todavía no veía almas. Pero estaba convencida de que aquella casa… siempre estaba hasta los topes de…algo.

Cuatro años más tarde me encuentro en la misma casa, con algunas goteras más, para poder hablar con el alma del padre de María.

Me regocijo mientras escribo estas líneas porque me encanta lo que hago.

Continúo. En el patio de aquella casa.  Sintiéndonos observadas por todas las ventanas curiosas, yo, presencio mi segunda canalización. Esto es: El padre de María utiliza mi cuerpo (físico) para hablar con su hija y darle un mensaje que necesitaba expresar.

En ese momento, gracias a que su hija tiene el corazón disponible para seguir escuchando y recibiendo, noto, veo y siento, cómo su padre, aquel hombre ensombrecido se ilumina. ¡Ahora es ligero! Le digo a María: “¡Ha trascendido!, ¡Sé ha liberado!”

Quiero compartir con vosotros, que en ese momento yo apenas tenía una idea de lo que significaban aquellas palabras. ¿Trascendido? ¿Ligero? ¿Qué me estaba pasando? No lo sé, no lo supe, pero lo más importante: NO LO JUZGUÉ. NO ME JUZGUÉ. Tampoco me asusté porque aquellas vivencias me hacían feliz. Podía perfectamente notar cómo mi corazón estaba gozoso, vivo, feliz.

Trabajo resuelto pensé yo. Ja, ese pensamiento era una “pura fantasía.”

Y es que al entrar en la casa empezó la razón por la que a este día le dedico estas líneas.

Esta puede que sea posiblemente la historia más bonita que he podido vivir en relación a las almas.

Subimos las escaleras. No consigo recordar con claridad el aspecto de aquella casa. Supongo que será porque estaba tan llena de vida que no tenía ojos para observar detenidamente las paredes.

Llegamos al ático, alcoba o buhardilla, nunca he sabido cómo llamar a los habitáculos que aguardan en el último piso de las casas.

Allí se encontraba un hombre, bajo un tragaluz, cubierto con un hábito negro. Escribía en pluma y lloraba cabizbajo sin parar.

Quería saber cuál era el motivo por el que estaba tan angustiado.

Me puse tras de él para intentar ver qué era lo que escribía. No pude. Nunca supe por qué. Quizás él realizaba esa actividad de manera mecánica o quizás no tuviera en ese momento esa capacidad,  o quizás esa información no se me tenía que dar.

Le pedí que me contara qué le pasaba. Se ahuecó el hábito por uno de sus lados y pude ver un puñal. Este alma me estaba enseñando de qué manera le mataron.

Ya tenía mucha información. Sabía que era un sacerdote. Aquel hombre había tenido un cargo importante a juzgar por su hábito y la labor que estaba desempeñando. Pero todavía no sabía por qué le habían matado y por qué no podía trascender hacia la luz y dejar de llorar para siempre.

Recuerdo que me entristeció mucho comprender que aquel sacerdote llevaba ahí encerrado muchos años, ¡Escribía en pluma!

De repente en la habitación de enfrente escuché un canto de mujer y una carcajada de niña. ¡Allí que fui!

Ambas se encontraban en una habitación pequeña. Madre e hija. La madre peinaba la melena dorada de su niña. Sus rostros lucían felices.

 Me dieron las piezas que me faltaban para completar este puzzle.

Resulta que aquel cura era el propietario de una parte de la casa. Era un hombre justo y bueno. Una de sus labores era la de acoger y proteger a gente, escondiéndola en habitaciones de aquella casa. Un día, le descubrieron y los mataron a todos.

Las chicas, felices, continúan su labor. Yo todavía no comprendo todo. Les pregunto: “¿Y por qué vosotras si estáis felices y luminosas no os marcháis a la luz?”

“Porque estamos tan agradecidas por lo que el padre hizo con nosotras que aguardamos con él hasta que podamos marcharnos todos juntos”. –Contestó.-

En aquel momento empecé a llorar. Aquella anécdota era el acto más generoso que yo había presenciado nunca. Me giré hacia María y claro, no había entendido ni la mitad de lo que pasaba. Yo había ido contándole cosas sueltas pero cuando hablo con las almas no utilizo  palabras. Es otro tipo de comunicación.

De manera que le conté a María todo lo que había aprendido.

No recuerdo cuál fue su reacción porque lo que acababa de vivir era demasiado grande.

Gracias a este relato quiero explicar algo:

 

Cuando trascendemos, es decir, nos, morimos, nuestra alma pasa a otro plano. Un plano menos material menos físico. En ese lugar tenemos que seguir atendiendo las necesidades de nuestra alma.

En cualquier caso, independientemente del trabajo que nos haya quedado pendiente, lo más liberador, a lo que queremos aspirar es a ir hacia arriba, hacia la luz, hacia seguir trascendiendo, como queráis llamarlo.

Aquellas mujeres tenían la luz suficiente para irse, para seguir su camino. Pero decidieron acompañar a este hombre en su tránsito por las tinieblas.

No quiero sonar muy poética o ilusoria porque os juro que pasó así.

 

Gracias María por compartir conmigo ese lugar, esa experiencia y sobre todo, por depositar en mi tu confianza para ayudar a tu padre a seguir su viaje.



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1 comentarios

  1. Que bonito poder leer y saber de el mundo de las almas, desconocido para casi todos los demás.

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