LOS NIÑOS DEL EBRO
marzo 21, 2021Ya no era
primavera. Recién había llegado el verano. A la edad de 17 años esta fue mi tercera experiencia con las almas.
Era una
noche de Julio. Estaba junto a un chico, Gentil (así se apellida y así es
conocido), tumbada sobre los jardines del Ebro.
Hablando sobre nosotros, sobre la vida y sí, lo confieso, algún beso que
otro se escapó.
Lo que pasa
es que el contraste entre aquellos besos y lo que vi fue gélido.
De repente
empecé a ver a cientos de niños. Almas. Niños que se habían ahogado, muchos de
ellos, no todos. Niños que buscaban desesperadamente a sus padres.
Recuerdo uno que me impactó especialmente;
aquel niño vestía un pantalón corto, un polo y en su mano sostenía un cubo y una
pala. Entendí al instante que se había caído al Ebro y había muerto jugando.
Fríamente me
pareció una historia preciosa. Pero no estaba precisamente para “poner la mente
fría”.
Recuerdo que
aquellas imágenes me impactaron tanto que ya no hubo más besos. De hecho, no
recuerdo cómo llegué a casa.
No dije nada
hasta el día siguiente.
Tengo la
gran suerte de poder compartir estas vivencias en casa con libertad.
Mi madre en
seguida comprendió que debía bajar a escuchar a aquellos niños. En ese momento
mi pensamiento fue: “Baja tú, no te jode”. Fruto del miedo que tenía, claro,
nunca le hablaría así a la señora Amaya.
No le hice
caso. Seguí con mi vida. Por aquel entonces participaba en la grabación de una
película, “Bambalina”, era un proyecto que estábamos llevando a cabo durante
los meses de verano en Logroño entre un grupo de amigos.
Los días
fueron pasando y en mi cuerpo empecé a sentir una sensación de ahogo
angustiosa, terrible. Tenía miedo.
Durante los
días recordaba a aquellos niños y sentía como si yo fuese quien se estuviese
ahogando.
Aprendí con
esta vivencia que tengo la obligación de atender y ayudar a todas las almas que
así me lo pidan.
Era domingo.
Llovía un poco. Le pedí a mi madre que me acompañara y se quedara paseando por
allí, cerca, hasta que acabase de hablar con aquellos niños.
Así lo
hicimos.
Se estaba
metiendo el sol. Llegó la noche. Me senté en el mismo lugar donde les vi por
primera vez.
Allí
seguían. Algo menos angustiados. Y es que cuando les concedes un espacio para
hablar y, sobre todo, para escuchar qué necesitan y cómo se sienten, automáticamente
ganan luz.
Empecé uno
por uno. No recuerdo cuál fue el primero pero les fui comunicando que ya no
formaban parte de este plano, que habían muerto. Muchos de ellos no lo sabían.
-Esto (el no
ser consciente de que estás muerto) sucede cuando mueres a causa de lo que yo
llamo “una muerte violenta”, a día de hoy, conozco tres tipos de muertes
violentas. Las muertes violentas son aquellas que no dan tiempo al cuerpo
(físico) para entender que se está yendo, es decir, no les alcanza el tiempo para
prepararse. Al contrario que cuando se muere por causas naturales o por una
enfermedad, en la cual, independientemente de la duración que esta tenga, la
persona transita un proceso en el que se conciencia de que dentro de un tiempo
se marchará de este plano.-
Lo que pasó
a continuación fue realmente mágico. Las almas que se liberaron y comprendieron
que ya no tenían nada que hacer en este plano, me dieron las gracias y dejando
un sendero de luz totalmente blanca, se fueron en dirección a las estrellas.
Así fue. Cada una eligió su estrella o volvió a su lugar de origen. De nuevo se
repite la idea que hasta entonces para mí era “romántica” de tener una estrecha
relación entre las almas de los difuntos y las estrellas.
Al acabar
hubo un grupo de niños que me dieron las
gracias, me dijeron que no necesitaban nada más y que no volverían a
“molestarme”, ellos decidieron quedarse por aquí; bien acompañando a sus
familiares o bien haciendo otros tipos de trabajo, los cuales desconozco.
Y así fue
como ayudé a trascender a los peques del Ebro.
Acabé la
sesión destrozada. Entrelacé mi brazo con el de mi madre y me metí en la cama.
Agotada y en paz.
Había pasado
miedo pero a cambio había visto una imagen bellísima.
Almas puras
viajando a las estrellas. Ojalá algún
día pueda ver esta fotografía como un fotograma formando parte de una película.
O en un cuadro.
Quizás esté
bien darle las instrucciones a mi amigo Gabi para que pinte a las almas de Ebro en aquella noche estrellada
de Julio.
2 comentarios
Un honor poder puntar las almas del Ebro. Cuenta con ello!
ResponderEliminarGracias Ana!!!
Pintar...
ResponderEliminar